Un capellán en el frente de Bajmut para cuando flaquea la fe de los combatientes
Mark Kupchenenko vive solo en una gran vivienda abandonada en Bajmut y cada día se desplaza al frente del ejército ucraniano para intentar aliviar el estrés y la angustia sus compañeros de armas, sometidos al diluvio de fuego ruso.
Este hombre de 26 años es capellán militar y su visión sobre la salud mental de las tropas, que comparte con franzqueza, contrasta con el discurso oficial predominante de "moral muy alta" entre los soldados apostados en uno de los puntos calientes del frente este de Ucrania.
El joven sacerdote, que antes de entrar en el ejército oficiaba en prisiones, luego junto a enfermos de covid y más tarde niños con problemas, ha decidido vivir al margen de los soldados. Para "preservar mi imagen" como capellán, dice a la AFP, y desempeñar su tarea lo mejor posible.
Todos los días, acude al frente. "Hablo con los hombres, rezo, transmito la palabra de Dios, intento responder a las cuestiones difíciles que pueden plantearse los hombres que viven en tales condiciones inhumanas", explica.
Desde hace más de seis meses, las fuerzas rusas y los paramilitaress del grupo Wagner intentan, hasta ahora sin éxito, conquistar la ciudad, a costa de grandes pérdidas humanas en ambos bandos y una importante destrucción a nivel material.
Los soldados comprometidos en la batalla de Bajmut están sometidos a una "increíble fatiga" moral y física. Y en esta guerra de desgaste que cada vez se alarga más, algunos terminan percibiéndose a sí mismos "como carne, lo suficientemente buenos como para ser enviados a la muerte", explica Kupchenenko.
Como hay muy pocas rotaciones o ninguna, "están constantemente en combate", bajo una enorme presión, sujetos a órdenes que a veces ya no entienden.
Algunos tienen "ataques de pánico, les tiemblan las manos, no pueden descansar", continúa el capellán. "Se sienten abandonados, tienen la impresión de que nadie los necesita, y que son intercambiables", prosigue.
En ese contexto, "mi papel como capellán es recordarles por qué están allí. Son el escudo humano entre el enemigo y nuestra gente. Sin ellos, los Orcos (apodo peyorativo que se les da a los rusos) estaría en nuestros hogares para violar, matar y destruir", asegura Kupchenenko.
Solo unos pocos civiles siguen viviendo en Bajmut frente a las 70.000 personas que residían en la ciudad el año pasado, según dijo el miércoles el presidente ucraniano Volodimir Zelenski.
"Dan su alma por nosotros, por su gente, por su familia", añade el capellán. "No puedo garantizarles que volverán (del frente), pero les digo que, si creemos lo suficiente en Dios, Él nos acogerá en su Reino".
En su mensaje de fin de año, Zelenski elogió la resistencia ucraniana ante la invasión rusa y dijo que su país luchará hasta "la victoria", hasta recuperar todos los territorios ocupados o anexionados por Rusia.
H.Majumdar--BD