Ucranianos nostálgicos prueban suerte en el frente de Jersón
Yulia Pogrebna se cansó de decirle a los aldeanos nostálgicos que este no es el momento de regresar al frente sur de Ucrania.
La simpática voluntaria de 32 años reparte cajas de comida a un grupo de pensionados que desistieron de esperar el fin de la guerra y regresaron a la aldea ribereña de Lymany.
Y mientras el sol se pone en una bahía que separa a los aldeanos de las fuerzas rusas en la península de Crimea, soldados ucranianos ocultos entre los bosques vecinos cargan cohetes Grad en los lanzadores montados sobre camiones para la siguiente ronda de batallas por Jersón.
Se acerca la hora de los intercambios nocturnos de ataques y los pobladores corren a sus sótanos con su suministro semanal de arroz y carne enlatada.
"Sería mucho más fácil si estas personas no estuvieran aquí", dice Pogrebna con una sonrisa.
"¿Pero cómo vas a pedirle que se vaya a alguien con 70 años de vivir en un sitio, donde conoce cada hoja de pasto? Especialmente cuando no tienen a dónde ir", admitió.
- Volver a trabajar -
La contraofensiva ucraniana en el norte y su avance cada vez más profundo en el sur animó a muchas personas a volver a sitios peligrosamente cercanos al frente.
Muchos regresan porque no pueden pagar el alquiler en sitios más alejados de los combates.
Otros sienten que ya es hora de salir de la casa de familiares o amigos que los recibieron, y muchos más simplemente quieren volver a sus casas abandonadas o apartamentos dañados.
"Ha mejorado mucho aquí en los últimos días", asegura Yekaterinodar Dudik, un conserje de escuela.
"La última bomba cayó hace, ¿qué? ¿cinco días? Yo volví hoy a trabajar", cuenta el hombre de 27 años.
Casi todos los 4.000 habitantes de Lymany huyeron cuando los rusos pasaron por la aldea poco después de la invasión iniciada hace ocho meses.
Autoridades locales dicen que unos 1.000 han regresado.
- Faltan hombres -
Los soldados que cargan cohetes en los tubos de un sistema de lanzamiento múltiple a poca distancia no tienen problema con el regreso de los pobladores.
El sargento Oleksandr Veretennik comentó que las batallas de artillería aún son comunes en los bosques y campos vecinos.
"Pero las cosas se están poniendo más fácil para nosotros", señaló el soldado de 32 años.
"No creo que se estén quedando sin armas. Creo que se están quedando sin hombres. Parece que la rotación incluye cada vez a soldados menos calificados", explicó.
El Kremlin envió refuerzos desde todas partes hacia la ciudad de Jersón, el portillo ucraniano hacia la península de Crimea y el mar de Azov, de gran importancia comercial.
La región del mismo nombre, Jersón, se extiende hasta pocos minutos en coche de las casas de Lymany.
Los soldados de la 28 brigada ahora presumen de armas contra drones y utilizan sistemas de defensa aérea que han vuelto más seguros los cielos sobre Lymany.
"Esta es una guerra impulsada por la tecnología y la innovación, y nuestros ingenieros son insuperables", aseguró un soldado conocido por el apodo de Balkan.
"Estoy agradecido con nuestros aliados, pero la mayoría de la tecnología que usamos es nuestra".
- Antes de anochecer -
El repliegue ruso llevó al Kremlin a cambiar su estrategia a un asalto aéreo con misiles cruceros y drones suicidas.
Moscú ataca plantas de energía y otras infraestructuras civiles, una campaña dirigida a desmoralizar a los ucranianos al dejarlos sin luz y calefacción.
Pero en Lymany ya casi es de noche y hace frío.
Muchos se reúnen de noche en un búnker central en lugar de ir a sus propios sótanos.
Natalia Panashiy, una líder comunal, ayuda a organizar a los vecinos que hacen fila para recoger sus raciones semanales de alimentos antes de oscurecer.
"Claro que es muy temprano para que regresen", dice la mujer de 54 años.
"Pero estoy contenta de que lo hagan porque ahora estoy menos sola aquí", agregó.
P.Mueller--BD