Vivir al borde del desastre en casas construidas en laderas peligrosas en Bolivia
Rodeado de viviendas destruidas en una ladera de La Paz, al final de una avenida colapsada convertida en un abismo, vive Cristóbal Quispe, un pequeño comerciante aimara de 74 años que presenció el derrumbe de cientos de casas, incluida la suya, por lluvias intensas en 2011.
Desaparecieron al menos 400 edificaciones en el Valle de las Flores, una zona periurbana al este de la ciudad, según estimaciones de la alcaldía local.
Pero Quispe volvió a construir al pie de la pendiente, entre las ruinas. Y ahora, como cada año entre noviembre y marzo, durante la temporada anual de lluvias que se torna impredecible con el cambio climático, teme volver a perderlo todo.
"De aquí a un tiempo (puede volver a pasar). Ya no es tan seguro este lugar", reconoce. "La alcaldía nos ha dicho que es área roja", añade.
Desde noviembre, 16 bolivianos han perdido la vida por deslizamientos y desbordes de ríos ocasionados por las fuertes precipitaciones, de acuerdo con el gobierno boliviano.
"Tenemos miedo de vivir acá. Arriba, cuando llueve, se vuelve barro y se puede deslizar", dice Quispe. Frente a su casa, queda la mitad de un parque donde antes jugaban los niños. La otra mitad cayó a un precipicio.
- "Altamente vulnerable" -
En la región, los peligros se repiten.
En los últimos diez años (2015-2024) murieron al menos 13.878 personas por desastres naturales en América Latina y el Caribe, conforme a datos acopiados por la Universidad Católica de Lovaina, de Bélgica.
Latinoamérica "es altamente vulnerable" al cambio climático, explica el arquitecto Ramiro Rojas, investigador en temáticas urbanas.
"Podemos pensar que las vulnerabilidades (...) se amplifican por la vulnerabilidad socioeconómica: desigualdades, altas tasas de pobreza y ciudades desarrolladas sin gran planificación", advierte.
Grandes metrópolis tienen zonas muy sensibles al cambio climático, señala, como las empinadas favelas en Río de Janeiro o lugares de Buenos Aires propensos a inundaciones.
El urbanista Fernando Viviescas, profesor de Universidad Nacional de Colombia, afirma que "la construcción de las ciudades latinoamericanas se dio en un proceso en el que jamás se tuvo en cuenta" el factor climático.
El 82,7% de la población de América Latina vive hoy en áreas urbanas, según datos de la CEPAL.
La Paz, una ciudad a unos 3.600 metros de altura promedio, es una gran hoyada enclavada entre las montañas del altiplano y surcada por más de 300 ríos y riachuelos que hacen los suelos inestables.
El 18,4% de los inmuebles registrados está en zonas de "alto" y "muy alto" riesgo, según su municipio. Y otro 44,2% ocupa áreas de "riesgo moderado".
"Los asentamientos son cada vez en áreas más vulnerables (...)" como en cuencas, altas pendientes, límites de precipicios o lugares de preservación natural, anota Rojas.
- "No hay a dónde ir" -
Cerca del Valle de las Flores, en un cerro pedregoso, bajo un letrero amarillo que indica "área de riesgo", vende abarrotes en su vivienda Cristina Quispe, una paceña de 48 años cuyos vecinos desalojaron sus casas hace poco por los daños dejados por un alud de piedras y lodo.
"No tengo miedo. Estoy tranquila. Es que tampoco hay a dónde ir", dice a la AFP.
A pocos metros, se ven los escombros de dos construcciones invadidas por el barro seco. Una tercera vivienda se inclina a punto de ceder. La siguiente es la suya.
Según Stephanie Weiss, investigadora del Instituto Boliviano de Urbanismo, La Paz no ha conseguido solucionar su déficit de viviendas.
Señala que los lugareños ocupan y construyen en terrenos vulnerables de manera informal, porque saben que eventualmente se puede "regularizar", es decir, poner en regla lo que hicieron sin autorizacion.
Entre mayo de 2021 y junio de 2024, tres de cada cuatro construcciones aprobadas por el municipio paceño corresponden a viviendas que se edificaron sin autorización previa.
En la ribera del río Irpavi, 8 kilómetros al sureste del centro de La Paz, el mecánico Lucas Morales, de 62 años, perdió una parte de su terreno debido al incremento del cauce fluvial en febrero de 2024.
Morales compró su predio en 2010, pero entonces no le reconocieron la propiedad. Dice que ahora todo está registrado.
"Pero como se ve, hoy está bien, mañana está destrozado. Nos han dado vía libre para que construyamos, pero al rato menos pensado pasa aquí el río y ya no se puede desviar", dice.
G.Vaidya--BD